EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS COLOSENSES
A. CIUDAD
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el autor, Lucas, omite cualquier referencia directa a la ciudad de Colosas. No proporciona explicación alguna sobre esta comunidad en su relato. Es únicamente en la epístola a los colosenses donde el apóstol Pablo, en condición de encarcelamiento en Roma, hace mención de los colosenses, enviándoles un fraternal saludo (Col. 1:2). En esta misiva, Pablo expresa su imposibilidad de visitarlos debido a su situación de privación de libertad (Col. 4:3).
Para una comprensión integral de la epístola de Pablo a los colosenses, resulta indispensable el conocimiento de los rasgos geopolíticos y culturales del territorio donde se emplazaba Colosas. En su carta, Pablo alude a tres ciudades interrelacionadas: Hierápolis (Col. 4:13), Laodicea (Col. 2:1; 4:13–16) y Colosas (Col. 1:2). Estas ciudades, originalmente pertenecientes a la región de Frigia, habían sido incorporadas en tiempos de Pablo a la provincia romana de Asia, un territorio próspero y diversificado en cuanto a religiones y prácticas culturales.
Este entorno multicultural, actualmente ubicado en lo que es Turquía, en Asia Menor, desempeña un papel clave en el contexto de los desafíos doctrinales y las prácticas religiosas que Pablo aborda en su epístola, haciendo de esta misiva no solo un mensaje pastoral, sino también una respuesta teológica frente a las influencias sincréticas de la región.[1]
[1] Hendriksen William, Comentario Al Nuevo Testamento: Colosenses y Filemón (Grand Rapids, Michigan: Editorial Libros Desafíos, 1999), 8.
A la luz de lo anterior, se puede apreciar que Colosas, al estar incorporada en la provincia romana de Asia, ocupaba un lugar estratégico y significativo en la región. En tiempos anteriores, Colosas había sido reconocida como una ciudad próspera y prominente, caracterizándose por su influencia económica y cultural en Frigia. Aunque en la época de Pablo había perdido parte de su antigua preeminencia frente a ciudades vecinas como Laodicea y Hierápolis, su legado de poder y su importancia histórica continuaban resonando, configurando así un contexto clave para entender las dinámicas sociales y espirituales que Pablo aborda en su epístola. Esta posición dentro del Imperio Romano también facilitaba la difusión de ideas y creencias, lo cual contribuyó al surgimiento de doctrinas y prácticas que Pablo, en su carta, se esfuerza por corregir y orientar en línea con la fe cristiana ortodoxa.
Por lo tanto, Colosas ocupaba un vallecito angosto del alto Lico estaba bella y estratégicamente localizada, con la Cordillera Cadmus levantándose muy escarpadamente al sur, y con la Cordillera Mosina al norte. La carretera oriental atravesaba Colosas, ya que los caminos seguían por los valles en forma natural.[2]
[2] Hendriksen, 10.
No obstante, mucho antes del 60 a.C., Colosas había comenzado a declinar en términos de relevancia regional y prestigio. Para quienes buscaban salud y esparcimiento, Hierápolis representaba un destino predilecto, famoso por sus aguas termales y propiedades terapéuticas.
Por otro lado, Laodicea se erigía como el epicentro de las actividades comerciales y políticas, atrayendo a aquellos interesados en el comercio y el poder. En cuanto a Colosas, el historiador y geógrafo griego Estrabón, quien escribió aproximadamente dos generaciones antes de la redacción de la epístola paulina a los colosenses, se refirió a ella como «una ciudad pequeña,» indicando su pérdida de prominencia en comparación con sus vecinas.
Este declive en su importancia socioeconómica probablemente afectó también su dinámica cultural y espiritual, haciendo de Colosas un terreno fértil para la mezcla de ideas y prácticas religiosas que Pablo aborda y corrige en su carta, en un esfuerzo por reafirmar la pureza doctrinal frente a la influencia de creencias sincréticas.
Colosas, aunque había dejado atrás su época de esplendor y prestigio entre las ciudades de la región, mantenía un valor profundo a los ojos de Dios debido a la fe y al amor genuino que sus habitantes demostraban en Cristo, como lo expresa el apóstol Pablo en Colosenses 1:4. En el ámbito humano, Colosas podía haber perdido su relevancia socioeconómica, pero espiritualmente, su comunidad destacaba por su fidelidad y devoción a Jesucristo, aspectos que Pablo resalta y celebra en su epístola.
Además, como una ciudad típicamente pagana, Colosas presentaba un entorno caracterizado por una pluralidad religiosa y cultural, en el que convivían prácticas paganas junto a una significativa población judía. Esta diversidad hacía de Colosas un espacio de desafíos doctrinales y morales, al cual Pablo dirige una exhortación teológica, buscando afirmar la fe cristiana frente a las influencias sincréticas y preservar la pureza de la doctrina en un contexto permeado por creencias heterogéneas.[3]
[3] Alvarenga Willie A, COMENTARIO A LA CARTA DE LOS COLOSENSES (United States Of Ameica, Alvarenga Publications, 2015), 11
Respecto al desafío espiritual que enfrentaba la comunidad de Colosas, el apóstol Pablo muestra una profunda inquietud pastoral y doctrinal. Consciente de los riesgos inherentes a la convivencia en un entorno de ideas divergentes y doctrinas erróneas, advierte a los colosenses sobre los peligros de ser seducidos por «filosofías huecas y engañosas» (Col. 2:8), entendiendo que aún no habían alcanzado una madurez espiritual que les permitiera resistir tales influencias con firmeza. Pablo percibe que estas filosofías, basadas en tradiciones humanas y principios mundanos, podrían fácilmente desviar a los colosenses de la verdad de Cristo y contaminar la pureza de su fe.
Históricamente, Colosas había ocupado un lugar destacado en la región de Frigia, alcanzando en su momento una posición de liderazgo en términos de comercio e influencia cultural. Sin embargo, Para el momento en que Pablo escribe su epístola, la antigua gloria de Colosas se había desvanecido, y la ciudad había perdido mucho de su prominencia. Esta situación podría haber contribuido a que los colosenses, como comunidad en un contexto de decadencia económica y social, fueran más susceptibles a doctrinas sincréticas y prácticas religiosas alternativas, lo cual intensifica la preocupación de Pablo y la necesidad de su exhortación teológica para reafirmar la supremacía y suficiencia de Cristo como única fuente de sabiduría y salvación.
B. IGLESIA
La Iglesia en Colosas es, en efecto, una comunidad sobre la cual el libro de los Hechos no proporciona información alguna; Lucas, su autor, omite cualquier referencia directa a esta congregación en su narración apostólica. A pesar de no haber conocido a los colosenses en persona, Pablo muestra una profunda preocupación pastoral por su bienestar espiritual y doctrinal. A través de la epístola a los colosenses, se percibe su sincero afecto por esta iglesia y su compromiso con asegurar que sus miembros reciban una enseñanza sólida y ortodoxa.
Pablo escribe con el deseo de que los colosenses lleguen a un entendimiento pleno del evangelio, apuntando a una formación espiritual que trascienda el conocimiento superficial y que esté enraizada en la revelación de Dios en Cristo. En Colosenses 1:3, el apóstol expresa su gratitud y oración constante por ellos, destacando su anhelo de que la iglesia no solo comprenda el mensaje del evangelio, sino que también lo viva de una manera transformadora y resistente frente a influencias externas.
La epístola, en este sentido, se convierte en un manifiesto de su esfuerzo por guiar a los colosenses hacia una fe madura y doctrinalmente pura, salvaguardándolos de enseñanzas que pudieran distorsionar el evangelio. Pablo exhorta a la congregación a alcanzar «todo el conocimiento espiritual» (Col. 1:9) y a resistir las filosofías y doctrinas contrarias a Cristo, subrayando que solo en Él se encuentra la verdadera sabiduría y plenitud.
Desde los tiempos de Antíoco el Grande, la región albergaba importantes y numerosas comunidades judías, cuya influencia se había consolidado profundamente en el área. La confluencia de elementos culturales y religiosos judíos, griegos y frigios en la población de Colosas probablemente se replicaba dentro de la misma iglesia, generando un entorno propicio para la proliferación de ideas sincréticas y herejías especulativas.
Esta mezcla cultural y religiosa ofrecía un terreno fértil para la aparición de enseñanzas heterodoxas, las cuales Pablo, en su epístola a los colosenses, se esfuerza por refutar. La carta no solo busca instruir, sino también proteger a los colosenses de ideologías y prácticas que, disfrazadas de sabiduría y espiritualidad, amenazaban con corromper la pureza del evangelio. En su exhortación, Pablo insiste en la supremacía de Cristo, en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9), estableciendo así una defensa teológica frente a cualquier doctrina que diluya o desvíe la centralidad de Cristo.
La presencia de conceptos religiosos del judaísmo, junto con filosofías helenísticas y prácticas místicas frigias, había generado una cosmovisión compleja y propensa a interpretaciones esotéricas y sincretistas, haciendo de esta iglesia un espacio de tensiones doctrinales que Pablo aborda con urgencia y claridad.[4]
[4] David R. Powell, Nuevo Diccionario Bíblico (Downers Grove, Illinois 60515: Ediciones Certeza, 1991), 261.
Es fundamental recordar que, para el siglo I d.C., la filosofía griega ya contaba con un amplio y diverso abanico de escuelas y sistemas de pensamiento. Entre ellas destacaban:
- La filosofía clásica, con Platón como una figura profundamente influyente, cuyo pensamiento fue desarrollado por los seguidores del Platonismo Medio. Junto a ellos estaban los peripatéticos, discípulos de Aristóteles, quienes defendían una visión filosófica basada en su obra.
- Los escépticos, quienes cuestionaban la posibilidad del conocimiento absoluto y adoptaban una postura de duda constante frente a la verdad.
- Los estoicos, conocidos por su énfasis en la razón y la virtud como caminos hacia la autosuficiencia y la armonía con el orden natural del cosmos.
- Los epicúreos, cuya doctrina buscaba el placer moderado y la eliminación del dolor como medios para alcanzar la felicidad.
Todas estas corrientes filosóficas formaban parte de la cosmovisión de los habitantes de Colosas. Si a esto se le añade la diversidad religiosa, marcada por la adoración a deidades del panteón griego, romano, egipcio y del Cercano Oriente, se hace evidente que el contexto de Colosas era altamente sincrético. Esta amalgama de creencias y filosofías representaba un desafío significativo para el cristianismo naciente, que se veía en la necesidad de establecer las doctrinas fundamentales de la fe cristiana de manera clara y contundente.
Ante este panorama, Pablo, a través de su epístola, responde con una afirmación categórica de las verdades centrales de la fe cristiana, subrayando la supremacía de Cristo sobre toda filosofía y poder espiritual. Su intención es establecer que en Cristo reside la plenitud de la revelación divina y que Él es suficiente para la salvación y el conocimiento de Dios, contrastando así con las enseñanzas filosóficas y religiosas de su entorno.
Este esfuerzo por cimentar doctrinas sólidas es esencial para proteger a la iglesia de Colosas de enseñanzas que podrían desviarles del evangelio, asegurando que permanezcan firmes en la verdad frente a un ambiente tan pluralista y especulativo.
C. FECHA Y LUGAR DE COMPOSICIÒN
La epístola a los colosenses fue escrita, según el propio autor, durante un periodo de encarcelamiento (Col. 4:3, 10, 18). Aunque Pablo no especifica el lugar de su prisión, existen indicios que sugieren que fue redactada durante su encarcelamiento en Roma. Pablo había estado previamente preso en Cesárea, donde defendió su caso ante el gobernador Félix (Hechos 24:2-26, 32), y más tarde en Roma, donde permaneció bajo custodia en una casa alquilada durante dos años (Hechos 28:16, 30-31).
La mención de varios colaboradores presentes con él—Marcos (Col. 4:10), Lucas (Col. 4:14) y Onésimo (Col. 4:9) refuerza la posibilidad de que esta prisión sea la de Roma, pues en Roma se encontraban aquellos compañeros. Además, el envío de Onésimo junto con Tíquico para entregar la epístola sugiere una estructura de viaje consistente con Roma como punto de partida.
Es significativo también considerar la conexión de la epístola a los colosenses con otras cartas paulinas, en especial con la de los efesios. Tíquico, el mismo portador de ambas misivas (Ef. 6:21; Col. 4:7-8), aparece como un vínculo entre estas comunidades. Asimismo, la carta a Filemón incluye saludos de los mismos colaboradores mencionados en Colosenses (Col. 4:10-14; Flm. 23-24), lo cual evidencia una relación próxima entre las epístolas y el contexto compartido de su composición. Esta interrelación sugiere no solo una afinidad temática y pastoral entre las cartas, sino también una estrategia apostólica de Pablo para fortalecer la unidad doctrinal y la comunión entre las iglesias.
Algunos eruditos sostienen que la epístola a los colosenses fue escrita durante el encarcelamiento de Pablo en Cesárea (Hechos 23:35; 24:27). Sin embargo, esta hipótesis entra en contradicción con las características del encarcelamiento en Cesárea, que parece haber sido de naturaleza restrictiva, limitando considerablemente la libertad de acción del apóstol. En contraste, la evidencia interna de la carta y el contexto histórico sugieren con mayor probabilidad que fue escrita en el año 63 d.C., durante su encarcelamiento en Roma (Col. 4:3, 18; cf. Hechos 28:16, 30). En Roma, Pablo disfrutaba de una relativa libertad, viviendo bajo custodia en una casa alquilada, lo que le permitía interactuar con los creyentes y enviar misivas como la que se dirige a los colosenses. Esta situación de «prisión domiciliaria» también se alinea con los relatos lucanos, quienes describen a Pablo en un estado de confinamiento, pero con la capacidad de recibir visitantes y continuar su labor ministerial en un contexto de moderada movilidad.[5]
[5] Ropero Alfonso, Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, (Barcelona España, Editorial CLIE, 2013), 862.
La fecha de composición de la epístola a los colosenses es generalmente situada entre los años 60 y 63 d.C., período en el cual el apóstol Pablo se encontraba bajo arresto domiciliario en Roma. Durante este tiempo, Pablo gozaba de una relativa libertad, pues estaba confinado en una casa alquilada, lo que le permitía recibir visitantes, predicar el evangelio y mantener contacto con sus colaboradores más cercanos. Entre estos colaboradores se encontraban Marcos (Col. 4:10) y Lucas (Col. 4:14), quienes, según los relatos históricos y la cronología lucana, estuvieron con él en Roma durante el periodo de su encarcelamiento, aproximadamente entre 61 y 63 d.C.[6]
[6] Wilton M. Nelson, Diccionario Ilustrado de la Biblia (Miami, Florida 33134: Editorial Caribe, XV edición, 1990),122.
Bibliografía
A, Alvarenga Willie. COMENTARIO A LA CARTA DE LOS COLOSENSES. (United States Of America,: Alvarenga Publications, 2015.
Alfonso, Ropero. Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia. Barcelona España: Editorial CLIE, 2013.
Nelson, Wilton M. Diccionario Ilustrado de la Biblia. Miami, Florida 33134: Editorial Caribe, , 1990.
Powell, David R. Nuevo Diccionario Bíblico. Illinois 60515: Ediciones Certeza,, 1991.
William, Hendriksen. Comentario Al Nuevo Testamento: Colosenses y Filemón. Grand Rapids, Michigan: Editorial Libros Desafíos,, 1999.
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